1 REALIDAD Y FANTASIA
Las películas sobre espionaje durante la guerra fría nos mostraban a los rusos actuando como robots al servicio de la Unión Soviética y los presentaban como personas carentes de sensibilidad y de uso de razón, en el libro testimonial “Diario de la Compañía. La CIA por dentro” Philip Agee, un ex oficial de la CIA que operó en Uruguay durante 1964 y 1965, nos muestra que la realidad era muy distinta.
Phillip Agee (1935 EEUU – 2008 Cuba) fue oficial operativo de la CIA de 1957 a 1968. Se retiró, según sus declaraciones, por cuestiones de conciencia y fue el primer ex oficial de la CIA en hacer denuncias sobre la Agencia Central de Inteligencia. En el libro mencionando anteriormente narra en detalle su actividad en Ecuador, Uruguay y Méjico, dando nombres y metodologías con lujos de detalles, cosas absolutamente prohibidas por leyes federales estadounidenses.
Phillip Agee (Filip Eiyi, pronunciado en “uruguayo”). era egresado universitario como la mayoría de los oficiales de esta agencia civil de espionaje. Era abogado aunque nunca ejerció la profesión. A los uruguayos nos cuesta entender que un espía pueda salir de una universidad sobre todo a los que vivimos la dictadura y las personas mayores nos prevenían que había militares vestidos de civil, infiltrados entre la gente común.
Recuerdo un acto del Frente Amplio frente a la intendencia al que asistí en los últimos tiempos de la dictadura, al lado mío había un hombre de 30 largos, gordo, con una barba espesa, agitando una bandera del partido comunista en una caña de pescar de dos metros. Cada tanto gritaba como si estuviera en el estadio ¡VIVA RAUL SENDIC! quien todavía estaba preso. Por las dudas, aclaramos para los más jóvenes, se refería al líder de los tupamaros, padre del actual ex vicepresidente destituido, el del escándalo de Ancap y de las tarjetas corporativas.
Cualquier uruguayo de aquella época con un mínimo de cultura política sabía que el partido comunista y los tupamaros no tenían ni querían tener nada que ver uno con el otro, pero el “infiltrado” no había hecho bien los deberes de informarse adecuadamente sobre los distintos sectores marxistas que integraban el frente amplio. Lo peor es que esa infiltración continuó muchos años más durante la democracia.
2. EL DILEMA MORAL
Volviendo a Philip Agee, éste actuó en Uruguay como oficial operativo durante 1964 y 1965, figuraba con un falso de cargo de diplomático como todos los oficiales de inteligencia que actúan dentro de las embajadas. Durante ese período se vinculó con autoridades policiales, entre ellos, Alejandro Otero. Agee destacó tanto el humanismo de Otero como su profesionalismo, sus grandes resultados sin incurrir en la tortura. Esto es más que un mérito si consideramos todas las dictaduras y guerras sangrientas que vendrían en los años siguientes en Latino América y en el mundo.
Es muy oportuno mencionar esto hoy en día, sobre todo si tomamos en cuenta que Donald Trump durante su campaña presidencial declaró: “no me digan que no funciona. La tortura funciona, ¿Ok muchachos? Hay tipos que dicen: la tortura no funciona. Creanmelo, funciona.” Te dejo el link de Youtube para que lo veas vos mismo porque en la tele no te lo van a mostrar nunca.
https://youtu.be/KM7z3Ui_bYw?t=53,
3. NO DESEARAS A LA MUJER DE TU PROJIMO
Ahora vayamos a un aspecto más “divertido” del mundo del espionaje. Gracias a eventos sociales, Agee tuvo relaciones falsamente amistosas con funcionarios soviéticos que operaban en Uruguay. Una de ellas fue con el cónsul de aquella época, Sergei Borisov, de quien se sabía que además de su cargo como diplomático pertenecía a la KGB. La esposa del cónsul, Nina Borisova trabajaba en la embajada soviética, la misma que continúa funcionando hoy en Bulevar España y Ellauri, y se dedicaba a documentación clasificada, la CIA no sabía si ella pertenecía o no a la KGB.
Agee vivía con su esposa y sus dos hijos en una casa en el barrio de Carrasco provista por la CIA. Como dato anecdótico: una tarde los Borisov visitaron a los Agee en su casa y luego los cuatro fueron a una playa en Solymar a pasar la tarde. Tengamos claro que el objetivo de ambos hombres era lograr que el otro se pasara a su bando, ya sea mediante soborno o extorsión. Es algo tan real como que estás leyendo este artículo.
Poco después la CIA supo que Nina tenía una relación amorosa con un hombre de apellido Khalturin, quien era el jefe de la KGB en Uruguay, algo que equivaldría al un jefe de estación de la CIA. Dicho sea de paso, era el jefe de su esposo. Para tener una idea del contexto, tanto la embajada soviética, como la cubana tenían una vigilancia física las 24 horas del día, los 365 días del año. Sus integrantes eran seguidos adonde fueran por agentes uruguayos que trabajaban para la CIA y por oficiales norteamericanos que operaban en territorio uruguayo.
Khalturin vivía solo en una modesta vivienda provista por la embajada rusa junto con otros soviéticos asignados a Uruguay, Se supo que su esposa estaba a punto de venir de la Unión Soviética y él comenzó a buscar un apartamento más cómodo para alquilar. Finalmente alquiló uno en el barrio de Pocitos con una magnífica vista a la playa, una vivienda a la que ningún proletario del mundo entero podría acceder.
El apartamento era propiedad de un colombiano radicado en Uruguay, con nacionalidad estadounidense que era ejecutivo de luna empresa tabacalera. Para hacer breve esta historia, la CIA convenció al colombiano que los dejara entrar al apartamento que había alquilado a Khalturin e instaló micrófonos en el sofá y en la cama antes de que se mudara. Suponían que ese sería el lugar donde se reuniría con Nina, la esposa del cónsul. La conjetura no pudo ser más acertada.
«Casa de herrero, cuchillo de palo» dice el dicho popular y se aplica perfectamente a este caso, el jefe de la KGB no hizo revisar por expertos el lugar donde viviría en búsqueda de micrófonos. Lo cierto es que la CIA obtuvo sendas grabaciones del jefe de la KGB y de la esposa del cónsul teniendo relaciones sexuales continuas y explosivas. Todo el material reunido fue enviado de Montevideo a Estados Unidos para ser traducido.
Agee urdió toda una trama para intentar extorsionar al cónsul que estaba siendo engañado por su esposa, según el propio Agee planeó esto “a pesar de que el comportamiento sexual es bastante liberal entre los soviéticos”. Su intención era convertirlo en un colaborador permanente de la CIA.
Para buena suerte de los rusos, Langley, la sede central de la CIA, no autorizó a que se avanzara con la extorsión. Nina puso fin a su relación de amantes con el jefe de la KGB poco antes de que la cónyuge de este legara a Uruguay. La esposa de Khalturin vino y se fue ese mismo verano de 1966. Dijo que el calor que hacía en Uruguay le caía muy mal. Sí, estimada como decimos acá: lo que mata es la humedad.
Khalturin se quedó solo en su apartamento de Pocitos con una magnífica vista al mar y de inmediato comenzó a tratar de seducir a la esposa del colombiano a quien le alquilaba el apartamento, una mujer que destacaba por su belleza y refinamiento. Lamentablemente Philip Agee no aclara que sucedió al respecto.
F I N
Nota del autor: «Diario de la compañía. La CIA por dentro», fue el segundo libro que utilicé para informarme sobre la CIA en Uruguay. con el fin de darle un contexto realista a mi novela «Nuestra espía americana». El primero fue «Pasaporte 11333», escrito por un doble agente cubano infiltrado en la CIA en Uruguay.